viernes, 5 de febrero de 2016

Presentación

Lo que recuerdo con mayor intensidad fue aquella oscura tarde. A mis ochenta años nunca he vivido una situación tan traumática y aterradora. Antes de todo lo sicedido yo era una niña de doce años que vivía ausente de todo lo que estaba pasando, para mi ese mundo era como otro mundo. Por aquella época podría decir que era feliz, no eran momentos muy niños para mi familia pero aquello no tendría ni punto de comparación con lo que posteriormente  iba a pasar. Todo iba medianamente bien en mi familia pero, un Sabat día de descanso para mi familia judía llegó una orden desde el alto cargo que decía que todas las familias judías debían abandonar sus hogares y dirigirse a la estación a las ocho de ese mismo día. No entendía bien lo que pasaba pero mis padres tampoco atendían a mis preguntas.
Sin más resignación que una patada al aire por parte de mi padre nos dirigimos a la estación. Como si fuéramos ovejas descarriadas los guardias nos empujaban al interior de un vagón oscuro sin ventanas, parecía que fuésemos mercancía sin más en vez de  personas pero después de crueldades hacia personas judías que había visto por la calle ya nada me extrañaba por parte de aquellos inhumanos seres que se hacian llamar personas.
Al salir del vagón y ver la luz lo primero que vieron nis ojos fue a numerosos guardas que nos conducían hacia aquella cárcel donde muchos más judíos nos miraban con pena, sobre todo a los más pequeños, como si supieran lo que iba a ser de nosotros, codiversión ignoraba aunque cuando comencé a observar con mayor atención a mi alrededor caí. Ya había oído hablar de aquel horrible lugar. Ese sitio era un campo de concentración donde los nazis nos retendrían. Ahora comprendía las miradas de la gente de dentro. Tenía miedo. A medida que seguíamos caminando el miedo iba aumentando al igual que disminuían mis esperanzas de salir de allí, al menos con vida.
La pesadilla comenzó con una ducha de desintoxicación. Mi familia y yo, al igual que los judíos que corrían la misma suerte que nosotros éramos obligados a realizar trabajos forzosos.
Un rutinario y horrible día mi padre sufrió un accidente y le empezó a ser imposible caminar y realizar los trabajos que nos obligaban a desempeñar por lo que los guardias lo torturaban por diversión. Normalmente en las duchas separaban a niños y a adultos pero esa vez mi padre estaba conmigo. Los niños últimamente éramos poco explotados, nadie sabía por qué pero de lo que sí nos habíamos percatado es de que la gente estaba comenzando a desaparecer. Duchas letales. Ahí íbamos a una ducha con gas que provocaría nuestra muerte porque ya no éramos de utilidad. Después de librarnos de aquel uniforme de rayas nos hicieron entrar cerraron la puerta pero antes, debido a mi pequeña estatura consegui escapar. Sobreviví, cosa que no pudo decir mi padre y el resto de lesionados y niños que había. Había cambiado mi destino pero no el de los que allí seguían. Gracias a Dios ahora puedo decir que estoy bien pero después de tantos años nunca olvidaré mi estancia en aquel diabólico lugar ni a mi familia que allí quedó, pero nunca olvidaré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario